lunes, 24 de diciembre de 2012

LA PRESENCIA


Hacia cinco años que no traspasaba el umbral de aquella puerta. Había vivido allí casi toda la vida, y no me hubiera cambiado de casa, de no ser por las cosas extrañas que me sucedieron en ella.
Todo empezó cuando una noche había regresado algo tarde y cansado. Entré, y dejando mi abrigo colgado en el mueble que estaba cerca de la puerta, me dejé caer en el sofá del salón. Encendí el televisor para distraerme un poco antes de ir a la cama. Pasaban una película sobre un crimen real cometido hacía años, y el cual la policía seguía investigando.
Tengo la seguridad de que, lo que sucedió a continuación, fue real. No fue un sueño. Estoy seguro de ello. Apareció un hombre en la pantalla, cuya cara no podía distinguir. Tenía un sombrero puesto con el ala inclinada hacia adelante, tapándole los ojos, y casi la totalidad de la cara.
De un salto me puse de pie, justo en el momento en el que el hombre me pasaba por el lado izquierdo, quien con pasos largos y rápidos, se internó en la habitación contigua al salón. Allí lo busqué por todos los rincones sin encontrarlo. Registré el resto de la casa y fue inútil. No lo localicé. Estaba perplejo. ¿Qué había sido aquello? ¿Qué podía hacer ahora? – No me atrevía a llamar a alguien para contarle mi experiencia. No me iban a creer.
Terminé por beberme un vaso de agua fresca y meterme en la cama para tratar de dormir. Traté de convencerme a mi mismo. Tenía que haber sido un sueño.
Debo haberme quedado algo dormido mirando la película, pero ¿fue real o no lo que vi o imaginé haber visto?
Lo cierto es que, a partir de ese día viví con la sensación de que había alguien más cerca de mí. Alguien que estaba pendiente de todo lo que yo hacía. Me sentía observado, vigilado por quien yo no podía ver.
Fue entonces que decidí alejarme de aquel lugar. Si no lo hacía, acabaría enfermándome de los nervios. Puse un anuncio vendiendo la casa y me fui a vivir a otro lugar.
Al cabo de cinco años me escribió una persona interesándose por la casa.
Quería verla en su interior, ya que el aspecto exterior le gustaba.. Por eso volví a traspasar aquella puerta. Tuvimos una conversación acordando los pormenores de la venta y todo quedó arreglado. Le di los datos de mi abogado para que ultimaran los detalles entre ellos. Yo no quería volver allí.
Emprendí el camino de regreso a mi casa actual. Me sentía aliviado y tranquilo.
Dejé el coche en el garaje y subí los cinco escalones que daban acceso a la puerta de entrada. Estaba tan contento que empecé a silbar una canción.
Saqué las llaves del bolsillo de mi pantalón e introduje una en la cerradura de la puerta. Cuando ésta quedó abierta de par en par, vi que las luces estaban encendidas. El televisor también. Estaban pasando la misma película que yo veía la noche de mi fatal experiencia, cuando aquel intruso salió de la pantalla para perturbar mi vida.
No tuve dudas. Estaba de nuevo en mi casa.


María Manuela Septién Alfonso. España
Publicado en la revista Oriflama 18


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