"“Escribir es defender la soledad en que se está”
María Zambrano
José Antonio Muñoz Rojas es la pervivencia de lo íntimo y, a la par, lírico hontanar que no ha cesado de fluir. Expiró el poeta, hace apenas tres años, próximo a cumplir un siglo de existencia vital y creativa. Es en el aspecto arcano y misterioso donde su expresividad alcanza su recóndita esencia. De ahí que fuera remiso a la hora de comulgar con los planteamientos culturales de las diversas épocas por las que transitó: los años veinte de estéticas vanguardistas, los treinta de contenido y carga revolucionaria, los cuarenta atendiendo a la disyuntiva del arraigo y desarraigo y, posteriormente el realismo, los esteticismos marginales, la figuración y el minimalismo.
Su obra es una tenaz búsqueda que no repara en adicionar a su arquitectura poética el “letargo” y, en algunos casos la “hibernación” como fórmula autocrítica. Dejar "dormir" los textos. Hacerlos poso del tiempo. Y tornar a su cauce para escuchar el caudal que fue. Su negativa a publicar de forma inmediata, hacía que sus libros permanecieran décadas inéditos. Contrasta, sobremanera, con los hábitos actuales, en los que la vertiginosa espiral de producción literaria, atesora una indefinible y vasta extensión de lo que podríamos denominar “arrebatos literarios”. La reflexión sobre la propia creación se reduce a los iconos vigentes, sin fundamentos éticos e incluso estéticos. La naturaleza está cierta y abundantemente en toda su obra poética. Nítido destello, cuya levedad se transfigura en una suerte de imágenes atractivas, seductoras: “Sola y eterna tierra de arados, de sementeras y de olivar, mil veces regada con sudores de hombres, con cuidados, con maldiciones, con desesperaciones de hombres, hermosura diaria, espejo y descanso nuestro. Nunca cansas, siempre lista, inscrita una y otra vez por hierros y por huellas. Volcadas por rejas al sol y a la lluvia, a todo tempero, siempre con la dádiva conforme al trabajo, medida a nuestros huesos”. Las palabras se elevan sobre lo circunstancial, alejándose paulatinamente e incorporando el hecho sustancial. Vertiendo una ternura y sensibilidad inequívocas, en ese proceso de introspección, previo a la decantación final del proceso creativo. "Se plantan olivos para la eternidad".
Significativo que el autor rechazara el ingreso en la Real Academia de la Lengua, lo que, sin duda, conllevo el olvido. Alejado de los cenáculos y mentideros culturales, sólo hasta la década de los 90, se hace especial hincapié en el valor que subyace en su obra. De ahí los diversos reconocimientos obtenidos, que culminan
con el Premio Nacional de Poesía en 1998, "Objetos perdidos" . Premios de los que si bien agradeció, se mantuvo equidistante.
La mejor y mayor consideración hacia el poeta, radica en la lectura de su obra. Aunque, como bien dice José Antonio Muñoz Rojas "Nadie sabe las palabras, que caben en un silencio". Mientras tanto, sigamos el rastro inflamado de su palabra en la escondida senda, aquella que nos depara la luz de su honestidad poética.
Alguien me dice: ten cuidado...
Alguien me dice: Ten cuidado
con Rosa que la matas,
las rosas, no tocarlas mejor,
no se te quede el corazón sin Rosa.
Pedro Luis Ibáñez Lérida
Publicado en la revistas LetrasTRL 53
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