Escapa de mí la dentellada de los ojos
Mañana estaré contigo
correrás con jirones de mi piel en los brazos de la tundra que hemos atravesado
pero aún la ciénaga dirá sus múltiples palabras de grifo abecedárico
Estaré limpiando las suelas de las botas repletas de gusanos
el violento olvido será la ropa muerta
las piernas abandonadas a la presión del orgasmo
ya sin deseos de ser otra cosa que madera en el plátano
La casa que me huye vertical oscura de hongos
con sus puertas despedazadas, sus nunca cerrojos, sus vidrios apagados
objetos silenciosos , cajas que un día fueron música
me cuenta el desorden colérico del piano
Una mujer pequeña me busca en el laberinto de barro
con sus carpetas sombreadas occipitales
radiografía de mi estómago desplaza los trapos que no acuno
ella me mira con una extraña flor que se despide de sus boca
toda llena de labios
Cruel color del lamento que expulsó mis dos brazos
serpientes reptando desde cuevas con orificios de muerte en la madera que invoca
el abandono mercader de la insepulta ave de paso
Hijas mías
adónde vamos?
Dice la mujer pequeña que no ser saludable no es pecado
luego saben que caerá la noche y en la madrugada andaré despierta preguntándome
cuantos dedos aún me quedan en las manos
subiré, bajaré las escaleras con hambre de aire, sacudida por rezos incendiarios
Y si recuerdo el día en que nací desde ustedes?
Un domingo de humedad con ibiscos
otro frío de mayo
No sé, a veces creo en los milagros
Quién mide la estatura de la nieve?
Desde esta triste calle con su grito de raíz que recorre mi cuerpo archipiélago de nadie
la casa que me huye
me ha olvidado.
LAURA MARTÍNEZ CORONEL
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