Leo en el periódico cultural RitmosXXI que el escritor Ernesto Pérez Zúñiga ha ganado el Premio Torrente
Ballester con su novela El tercer sonido. Me gustaría darle la enhorabuena al autor, y aprovechar este momento para recuperar una entrevista que le hice el pasado año con motivo de la publicación de su novela, El juego del mono.
Además de este galardón, el escritor madrileño también cuenta con el Premio Internacional de Novela Luis
Berenguer por su obra El segundo círculo. Espero que os interese la charla que mantuvimos sobre su libro y sobre la literatura en general.
El juego del mono (Alianza Literaria), la novela sobre la que le entrevisté, es una obra circular repleta de capas donde el autor madrileño reflexiona, entre otras cosas, sobre la fuerza de la literatura, los territorios fronterizos y la difusa línea entre realidad y sueño. Protagonizada por Montenegro, un desencantado profesor de instituto que emprende un viaje interior en busca del origen de un misterioso manuscrito, El juego del mono es una novela con gran lirismo que atrapa al lector desde el principio y le plantea múltiples interrogantes sobre la sociedad en la que vivimos.
“Escribir esta novela me ha traído muchos recuerdos, puesto que en 1997 fui docente durante unos meses en La Línea de la Concepción y viví en primera persona muchas de las cosas que cuento en el libro. Después de eso, decidí tomarme un tiempo para dedicarme sólo a escribir, y diez años después comencé esta novela, que tiene el sabor a una época pasada y muy importante para mí, por eso ha supuesto una especie de catarsis”, explica Ernesto Pérez Zúñiga.
Nacido en Madrid, pero con fuertes raíces andaluzas, hace más de una década Pérez Zúñiga dejó Granada para venir a la capital y centrarse en la literatura, una decisión de la que nunca se ha arrepentido, aunque confiesa que en su momento “fue difícil”.
Un viaje al infierno dantesco
El protagonista de El juego del mono es Montenegro, un anti héroe en la treintena, un personaje canalla y falto de amor que se va haciendo consciente de sus defectos según avanza la historia. Sin embargo, es un personaje que reflexiona y que vive en primera persona el problema del sistema educativo. A su llegada a un conflictivo instituto de la Línea de la Concepción se encuentra con un ambiente donde reina el caos y el desencanto: profesores que han tirado la toalla y estudiantes que apenas han leído un libro a los que él debe evaluar. El hallazgo de un manuscrito en el sótano de la casa que ha alquilado supone para Montenegro la vía de escape al tedio de la enseñanza. Pero el manuscrito, redactado por un escritor al que una mujer enmascarada retiene contra su voluntad, además de un enigma, también conlleva un viaje al infierno dantesco. “El sótano y el manuscrito empujan al protagonista a un viaje al interior de sí mismo, un viaje
hacia la oscuridad, donde la escritura parece ser la única tabla de salvación”, continúa al autor.
La Sherezade de Las mil y una noches, la Lolita de Nabokov o la narrativa de Onetti son algunos de los acompañantes de Montenegro en un periplo donde la literatura es un personaje más. “He querido que El juego del mono sea un canto a la pureza de la literatura, una de las pocas cosas que es capaz de salvar al hombre”, explica el autor, para quien la lectura posibilita “relacionarnos de manera íntima con las palabras, casi tanto como lo hacemos con los humanos”.
Pérez Zúñiga considera que leer, aunque hoy en día “se haya convertido en un acto casi revolucionario”, es vital, y advierte de que una sociedad que no lee ni el pasado ni el presente se puede convertir “en una sociedad que vive como esclava, sin reflexionar”.
El mono que da nombre a la novela y que acompaña a Montenegro en el descenso a los infiernos, como si de su propia Beatriz se tratara, es otro personaje fronterizo, porque es el animal que más se parece al hombre y en la novela representa los instintos, lo primario. “El mono es un espejo en el que se refleja Montenegro: a través de sus vicios y de la curiosidad que ambos comparten, el protagonista comprende que le separan pocas cosas del animal”. La sociedad actual, explica el narrador y poeta, a veces “se asemeja a estos primates, puesto que vivimos en un ambiente donde la responsabilidad no importa y la gente se deja llevar por impulsos”. También por impulsos se mueven las mujeres de esta historia, unas féminas misteriosas, enmascaradas y a veces mitificadas, como la Lolita de Nabokov, pero siempre fundamentales. “Las mujeres se aparecen ante Montenegro siempre con una máscara, y despojarlas de ese elemento es lo que le conducirá a la realidad”, explica.
“No todas las novelas deberían escribirse”
Poeta, cuentista y narrador, Pérez Zúñiga se encuentra cómodo en estos géneros. Prueba de ello es esta novela, dotada de un gran componente lírico. “Puede haber poemas muy narrativos y novelas con mucho poder poético; lo poético para mí es una manera de entender el lenguaje, de atrapar la realidad en forma de lenguaje. Cuando cultivas esa manera de escribir, la puedas trasladar a cualquier género”, sostiene.
“Disfruto mucho escribiendo novelas porque son proyectos que se van formando poco a poco y que necesitan una buena estructura”. El autor piensa en cada uno de sus libros “como si fuera el último” para así darle la mayor riqueza posible. “Nunca he escrito una novela que no quisiera escribir”, afirma en respuesta al balance de sus años como autor. Ahora, Pérez Zúñiga confiesa que tiene muchos proyectos en mente y un borrador de otra novela, pero se va a tomar un tiempo de descanso. “Soy de los que piensan que no todos los libros deben escribirse, sólo aquellos que te eligen a ti”, puntualiza.
Esther Ginés Esteban
Publicado en la revista LetrasTRL 53
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