Se entrelazan las gentes en la calle,
casi siempre en silencio.
En tan pequeño mundo,
tantos inescrutables universos.
Vamos tú y yo del brazo, y me reclinas
la cabeza en el hombro, sonriendo.
Nuestro diálogo es mudo,
no es preciso que hablemos;
fluye del uno al otro una corriente
no sé si eléctrica, de llama o viento,
que responde a cada íntima pregunta,
que indaga en los más lúbricos misterios.
También el tacto ejerce su lenguaje,
tan cálido y directo.
¿Quién requiere palabras
para enlazar los halos de los sueños?
Tenemos el relámpago,
sírvanse todos los demás del trueno.
Su silencio habla a gritos en la calle,
mas tal voz no resuena en los cerebros,
y cuando al fin se expresan en vocablos,
es diálogo de sordos, o de muertos.
Tanta prisa en la calle,
y nosotros tan lentos,
con el poema de la vida estático,
sin apenas cruzar el primer verso.
Sigan las gentes su carrera ciega,
y muda, y sorda, arrebujada en miedo.
Tú y yo en un punto inmóvil:
Hemos llegado ya donde queremos.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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