No hay transitoriedad en los amores
que se construyen piedra sobre piedra.
Olvido y abandono
son patrimonio de uno en la pareja,
del que alzó su edificio
sin planificación, sobre la arena.
Se ha derrumbado el tuyo,
castillo de apariencias,
y emprendiste el repliegue.
Han pasado los años. Y tú quedas.
En permanencia estás, bajo mi techo,
aunque tú no lo sepas.
No existes ya a mi lado,
pero aún estás en mi interior. Se enreda
tu recuerdo en las tramas de la mente,
y en la entraña eres brasa que me quema.
Habrá otra vida en ti, que no conozco,
y que tampoco en parte me interesa,
porque aún vivo la antigua,
que si en tu estantería se halla muerta,
reliquia de otro tiempo,
sobrevive en la mía a plena fiesta.
Hay sangre, y sombra, y lágrimas,
pero hay también orquídeas y gardenias.
Hay, a veces, almenas de silencio
en torno mío, mas también cadencias
elevando el espíritu, y acordes
que en mi sensualidad revolotean.
Así es mi amor, auténtica amalgama
de blanco y negro, júbilo y tristeza,
deserción y acogida,
añoranza y presencia.
Sólo quien ama así, con el quebranto
de haber perdido, sin cerrar la puerta,
conoce el amor puro, fidedigno,
más allá de favor y recompensa.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-
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