¿Vieron que los viajes siempre tienen un puerto,
que no existe la infinitud aquí en la tierra?
Siempre hay límites, hay vallados,
siempre aparece algún cartel que dice: «prohibido pasar».
Así sucede con este tren, que arrancó con risas,
con un salón comedor que relucía
y bendecido por la campana del jefe de estación.
Un tren que cruza paisajes distintos,
que consuela o castiga, de acuerdo a estados de ánimo.
Somos pasajeros y los boletos no marcan el destino.
No queda otra cosa que andar y en el medio del viaje,
inventar charadas, jugar a lo que venga,
cumplir con la vejiga, con algo quemante que llaman pasión,
y tratar por todos los medios que este tren siga
aunque uno deba bajarse, un día, en una estación extraña
donde no hay ningún pariente esperando.
Roberto Díaz -Argentina-
Publicado en el blog fijandovertigos
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