jueves, 27 de diciembre de 2012

DÉJAME SER TU SOMBRA


Déjame ser tu sombra,
si no se me permite ser amante.
No acierto a ser amigo
tras compartir tu lecho, en engranaje
de cuerpos, almas, júbilos y lágrimas.
Sofocaría el grito de mi sangre,
borboteando sin cesar tu nombre,
si pudiera de mí desarraigarte.
Pero no logras irte, aunque te has ido,
o es tal vez que me aferro a tu carruaje
partiendo en dirección desconocida,
y no acepto el adiós irrevocable.

Déjame ser tu sombra,
siguiéndote en silencio por la calle,
en simultáneo paso
con tus propios andares,
mas sin inmiscuirme en tus proyectos,
consciente de que no entro ya en tus planes.

Iré contigo a casa, tuya o de otro,
y de noche, en la alcoba, al desnudarte
para hacer el amor, déjame a un lado,
sin apagar la luz, casi al alcance,
sobre el desorden de tu ropa tibia,
fiel cachorro esperándote.
Sabes que la tiniebla me diluye,
aunque al nacer la luz en los cristales,
es ella quien se ausenta,
y tú me recuperas al instante.

Al caminar con él, hacia el ocaso,
con el sol a la espalda, brazo al talle,
yo te precederé, pero discreta,
sin reñir con la sombra acompañante.

Sólo pretendo mantener un lazo
que, aunque unilateral, no te me aparte
de tan tenue contacto como el roce
que tu pie al caminar pueda otorgarme.

Ah, ser tu propia sombra, único medio
de tenerte a mi alcance.

FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -Los Ángeles-

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