El salmón se recuesta entre ramitas verdes en un lecho de blanco queso, sobre, una masa tostada. Luce bien, los colores suaves y definidos . Arrollado como si se abrazara a si mismo buscando amparo en un tiempo frío. Viene de ecos lejanos de una europa de ásperas heladas. Me invita con su rosado fulgor, un poco íntimo, de refugiado, a que lo asile en mi boca.
Cuando lo salvo, se derrama, acompañado por la crema, en mi. Sonrío, es un sabor sin la rotunda fuerza mediterranea, un poco triste, pero inolvidable.
Entré con él a un pasado de revoluciones libertarias pasando fronteras. En su gusto siento a los que traían cierta ácida y esperanzada creencia en un mundo mejor.
El me lleva a la fiesta del mar, de la amistad, mientras el queso juega a las nubes o a la nieve, cintura que enlaza, que fluye, que despierta recuerdos de lo que nunca se cocinó en mi casa.
Cristina Villanueva
Publicado en la revista Inventiva Social
No hay comentarios:
Publicar un comentario