lunes, 24 de diciembre de 2012

BLINIS DE SALMÓN


El salmón se recuesta entre ramitas verdes en un lecho de  blanco queso, sobre, una masa tostada. Luce bien, los colores suaves y definidos . Arrollado como si se abrazara a si mismo  buscando amparo en un tiempo frío. Viene de ecos lejanos  de una europa de ásperas heladas. Me invita  con su rosado fulgor, un poco íntimo, de refugiado,  a que lo asile en mi boca.
Cuando lo salvo, se derrama,  acompañado por la crema, en mi. Sonrío, es un sabor sin la rotunda fuerza mediterranea, un poco triste, pero inolvidable.

Entré con él a un pasado de revoluciones libertarias pasando fronteras. En su gusto siento  a los que traían cierta ácida y esperanzada creencia en un mundo mejor.

El  me lleva  a la fiesta del mar, de la amistad, mientras el queso juega a las nubes o a la nieve, cintura  que enlaza, que fluye, que despierta recuerdos de lo que nunca se cocinó en mi casa.

Cristina Villanueva
Publicado en la revista Inventiva Social

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