Acabada la formación profesional, lo destinaron al Departamento de Corte del Ministerio de Cultura y, como quiso destacar de entrada, fue el primero en mucho tiempo que se llevó trabajo a la casa comunal.
El celador, que nunca se había interesado por los estudios de ninguno de sus muchos pupilos ya que no era ésa una de sus funciones en la casa, se temió una trasgresión al ver aquella cosa bajo el brazo del pupilo, algo que le sonaba y que le pareció de inmediato peligroso y en cualquier caso proscrito.
-¡Qué es eso que llevas ahí!- le dijo con brutalidad manifiesta.
-Un libro.
-¿Y eso para qué se usa?- rebuznó de nuevo.
-¿No lo sabe?- se cebó el pupilo con malicia en la ignorancia del tutor- Se extraen de él las tres frases más edificantes y luego se recicla.
-Ah...- exclamó con timidez el tutor mientras observaba la insignia del Ministerio que lucía en la solapa del pupilo y que ya se reprendía por no haberla visto antes. De modo que haciéndose a un lado y bajando un poco la cabeza, dijo:- Lo siento, no sabía que habías comenzado a trabajar. ¿Hoy mismo, verdad? Bueno, lo siento, lo siento, yo no soy más que un celador...
Carlos Suchowolski
Publicado en el blog unabotellallenadeluciérnagas
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