Me inclino ante ti y turbado,
no necesito cabalgar junto a tus caderas
porque bebo
de tu aliento
de tus gemidos,
y mi lengua recorre tu cálido monte,
tus cicatrices,
y la suculenta flor de tu pubis.
Y de tu botón florecen los gritos
como si mil mariposas succionaran tu sed.
Y tus pechos hambrientos surgen
de entre mis labios
y tus labios
sueñan con romper el hambre
mi hambre
y tus ojos cerrados lamen mis heridas.
Al final somos uno
gritando en el bosque de tu vientre.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
No hay comentarios:
Publicar un comentario