sábado, 2 de febrero de 2019

ALMA ALADA


Estoy cansado de huir de mí mismo,
sintiendo el desgarrador frío de la soledad
en el devenir de una vida insulsa
amalgamasada con resuellos de indulgencia,
arrutinada en un diario de páginas blancas,

cansado de asumir la inexistencia de horizontes,
y de destinos inciertos sobre senderos yertos,
en los que caminar se convierte en delirio
y soñar es un imposible imaginario cruel,
para desinflar una ilusión que jamás tuve,

es un cansancio histriónico de nueve puntas,
definiendo en cada una del eneágono,
un dardo directo a la retina enmudecida
en la irreductible mañana de los arcoíris,
eterno amanecer de nublos en mi ocaso,

soy el resultado de un atenuado cuadro
donde las pinturas se difuminan entre sombras
y los colores han pigmentado un fondo cruel,
dejando al desnudo la oscuridad de la habitación
en la que mueren las almas frente al espejo,

y no es que esté vencido y agotado,
tan sólo siento el peso de una vida soportada
a base de un constante esfuerzo por no desistir
en la obstinación desventurada de continuar,
de caminar entre piedras y murallas sin vivir,

estoy cansado de contar canas en el espejo
una por cada pedrada y otra por cada herida,
cansado de recomponer mis huesos sobre la sal,
cansado de una insustancial abstinencia
que requema los centros vitales de mi universo,

soportaré el indeterminado destino al doblar la esquina,
creeré al fin que hay algún lugar de comprensión,
en el que ser la etérea verdad de mi propio yo,
sin que la suciedad en un espejo pueda retratar
la rugosidad enmascarada de una piel curtida en salitre,

abandonaré las huidas y caminaré al este de mis nortes,
en el inmarcesible intento de atrapar los amaneceres
que jamás tuve la oportunidad de embeberme,
y miraré al sol de frente, aún quemando mi iris,
aún cegando las ventanas de mi alma alada.

Angel L. Alonso

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