Marzo 1938, Sabina (Selma) Fries, camina erguida por las calles de piedra de su ciudad, Viena.
Algunos de los vecinos gentiles que la conocen sonríen con una mueca de sorna al pasar frente a ellos. Unos días antes fue el Anschluss, la anexión de Austria por parte de las tropas de Hitler. Llegó la hora de los judíos y más de un millón de ellos desesperan como ahora Sabina.
Su nombre me suena a delicadeza, piel blanca y suave, manos pequeñas con dedos finos y largos, como de pianista. Sus ojos se me antojan celestes grises, como de acero, su cabello largo recogido bajo un sombrero de pana. Viste de negro, de mediana estatura, camina con pasos rápidos, sale de la puerta del edificio donde vive con su marido Pinjas en Gunentorgasse 19A. Ella tiene 53 años, él seis más que ella, no tienen hijos. Ambos llegaron a Viena en 1914 de su pueblo natal Tarnow en Galicia, entonces parte de Austria.
Dirige sus pasos a la sede de la comunidad judía, en Judenplatz; tiene una cita con el representante de la compañía Judeo-Palestina “Hamanjil”. Ya un año antes habían hablado con la pareja sobre la inversión en tierras de Palestina. Pinjas se resistía, la inestabilidad en aquella zona del levante, le parecía un gran impedimento. En general se sentía parte de su nueva patria, y como muchos tantos judíos había pretendido demostrar su identidad. Luchó en las filas del ejército durante la Gran Guerra, y aunque su facción, la Triple Alianza fue la parte perdedora, él se sentía orgulloso de su pertenencia.
Sabina era más previsora, como el origen de su nombre lo indica. Los Sabinos fueron combatidos por Roma que ocuparon sus tierras y además codiciaban a sus mujeres por su belleza. Pero se cuenta que cuando los guerreros Sabinos vinieron a su rescate, las mujeres intercedieron en favor de la paz entre ambos pueblos. Así esta mujer, pragmática, decidida, eficiente y perseverante, decide que, aunque el futuro de ellos sea incierto, toda semilla que plante ahora podría dar frutos alguna vez, aun cuando no para ellos ni a su familia personal.
Son seis hermanos (cuatro mujeres entre ellos) y sus padres, que aún viven en Galicia.
También Pinjas tiene una extensa familia, la mayoría residentes en Viena. Ahora, como muchos otros engruesan las filas de tantos judíos vieneses frente al consulado británico, en pos de las anheladas visas. Pinjas se opone abiertamente a hacer el ridículo; confía en su pasado patriótico. Sabina pese a todo carece de confianza en sí misma y no lucha contra su marido. No obstante, ahora camina decidida al encuentro del futuro en Palestina.
La parcela comprada, 12264/264, es un terreno de 1022 m2, ubicada en el Monte Carmelo, en el barrio Denya de nuestros días. El precio pagado fue de 102 British Pounds, equivalentes a unos 60.000 BP actuales (unos 350.000 Shekel). El valor de mercado es de 2,5 a 4 millones de Shekel. Hasta el momento no han podido ser ubicados herederos que puedan comprobar sus derechos.
Sabina y Pinjas fueron primero concentrados juntos con muchos otros judíos en un edificio común en la calle Lienchtensteinstrasse 36, cuando su propia casa les fue confiscada. En abril del 1942 fueron ingresados al gueto Wlodowa en Lublin, Polonia. En una de las acciones de los nazis, fueron evacuados a Sobibor, donde fueron asesinados.
Josef Carel
Publicado en al revista Literarte 87
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