Comparto del camino, ardiente desvarío.
Acompaña el ritmo de mis pasos la sombra de la amada,
persistente.
Me muerden como lobos las miradas ansiosas
en la profunda agrestidad de los desiertos.
Descubren en mis dentelladas los rituales salvajes,
encuentran bebo fresca el agua de su boca
que dejo en las cacerolas, a punto, los manjares
y gira un ritmo nuevo con la savia loca
Intuyen entono palabra como suave
pincelada indulgente que volará en sus manos
con humilde aleteo.
Orillo del camino de su sexo
cuando armado de cansancio peregrino
recorro la inexplorada orilla de su encanto
Las jóvenes amparan tras velos sus miradas
cuando escuchan sus pechos desbocados
restallar como una mano ardiente
mi nombre estrafalario
Discípulo tenaz de mi doctrina
esconderé el rostro cuando delatora
la urgente llamarada la persiga
armada con la espada vengadora
Me quedaré guardando mi tristeza,
alzando cual bandera las lágrimas al aire
Abrigaré los pérfidos diamantes
alrededor del cuello de todos los planetas
las perlas cotidianas que tejieron collares
cuando el sol se mutile ante fatal belleza
A mi no me perturban las cautelas
ni la mezquina usurpación que ejerce
desde el pedestal de su decencia
la mundana hembra ni la casta alegre
Desnúdanse ante mí las hembras puras
las mujeres virtuosas y las castas
las que tienen cimbreantes las cinturas
y las urgidas que mojan las palabras…
Del libro El imperio del sol de
RUBÉN BORONAT -Argentina-
Publicado en Editorial Alebrijes
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