Es tan profundo el cielo
bondadoso de estrellas al volar,
velero desarmado después de tormenta,
quedose tu alma por dentro
tras lucha con la mar.
Que dulce melodía cantada
en el aura al despertar,
¡maldita! exclamaba, asustada,
por casi atropella de un coche.
Ya mezclado el sol, en los barrotes
que separan la paz del tumulto,
a un lado corren escorzos
de un cuadro que has de pintar.
Te paras sosegada en la mañana
pluma en mano para meditar,
qué camino, qué montaña, qué martirio,
acompañará la verdad de tu destino.
Y ahora que vuelves a respirar,
en ese interior tan profundo,
florecen recuerdos del corazón,
trompetas te claman silenciosas.
¿Dónde estoy? te preguntas
luz que apacigua y da rienda
a sueños que has de encontrar,
tras el abrir de los ojos, transformándote
en mí, lo que más quieres y añoras.
Donde está la estrella que no brilla en el cielo
cual faro visto desde horizonte inmortal,
lejano viaje emprendido descalzo
sin término, sur o norte,
deambulo buscándome en la noche.
Ya no eres la misma de antaño,
aquella niña repleta de miedos,
la que un día amé,
no soy mas tu guía, que triste
navegar solitaria, sin yo ser tu par,
que mi vida es tu vida,
como me quieres, me persigues
sin poderme atrapar.
Has apagado el candil ardiente
que por un instante brilló,
desde el caer de la tarde
hasta el nuevo amanecer,
que son humo mis palabras,
y tú te conviertes en cenizas,
poco a poco se desvanece
tu pesar, cuando entristece,
sin prisas, tu alma vuelve a llorar.
Son rayos cotidianos en tu frente
cual ternura de calor de una estufa,
luz que diviso te ciega, te diste,
la verdad de un amor efímero, ternura,
la locura adquirida ahora está inerte,
se desvanece, imaginando mi presencia.
Espero sentado en penumbra, callado,
como espejismo dado a tus ojos,
son ruedas que giran y giran sin cesar
en la espiral de la suerte, tiemblan,
tus manos al recordarme, quien fui,
que fuiste, en el tiempo pasado.
Te das estando lejano, bravura,
como la mar al marinero sin hogar,
como espada sangrienta del guerrero,
empuño sin importancia del mal,
destruyendo la paz en marejada
cubierta de alabanzas de mis labios
rabioso si besos no te doy.
Qué ya me quieres como yo te quise,
eso te da tormento y veneno,
te da sosiego cuando recuerdas
esos profundos y eternos besos.
Son sainetes creados en alborada
clandestinos del ser que buscas
son agitadas las cuerdas de una guitarra
como me veneras, sin mi mirada, mueres.
Y casi lloras al recordarte,
queriendo no ser la de antes,
eres mártir de una causa,
una peregrina audaz, tierna, pero triste.
Triste de un malestar eterno
que viaja en marmóreos sueños,
en esta lápida que es la tierra,
donde algún día descansar pueda,
la fiera que llevas dentro.
Qué me quiere y echas de menos,
como me quisiste, eso no lo puedes negar,
quizás peor tormento, sea, tu soledad
que dejaste por ser quien eres ahora,
quizás, porque no me supiste amar.
Dónde estoy en la mañana
de este incompleto deseo,
dónde estás estrella
que no brillas en el cielo.
Si me preguntas que si yo te quiero,
sólo quieres que te pueda perdonar.
Horlin Alberto Doubront Armas -Venezuela-
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