viernes, 1 de abril de 2016

DUALIDAD


Habitación de apartamento, tiene cama, mesilla, armario y un saloncito con mesa baja, sofá, dos sillas y un espejo sobre un taquillón estrecho y moderno.
Nada es personal, ni adornos, ni fotografías. Sobre la cama un paisaje abstracto de tonos marrones. Los estores y la colcha son del mismo color.

MUJER:
Entra una mujer atractiva, larga melena rubia, curvas pronunciadas, maquillaje profesional, joyas y tacones de vértigo. Camina segura, sutil. La ropa es cara, de firma. Lleva con gracia un bolso y un paquete, pronto los deja sobre el taquillón.
Junto al armario se quita las joyas, los zapatos, la falda y el jersey de cuello cisne. La vemos guardar todo, pero sorprendentemente ha perdido sus formas femeninas. De espaldas, con una camiseta y un slip, el cuerpo de nada nos informa. Se sienta frente al espejo y se desmaquilla. Se quita unas lentillas
que deja en un frasquito al efecto. Después también se quita la peluca y vemos una cabeza calva. El efecto es neutro, asexual.
Entonces regresa al armario, saca unos pantalones, una camisa, unos calcetines, unos náuticos y una chaqueta de entretiempo, todo de hombre, todo de diseño, todo de sport. Se viste con esas prendas. Cuando se gira vemos a un caballero elegante, alto, de espaldas anchas y caderas estrechas. De una caja saca una peluca, con ella puesta, la cabeza queda masculina, el cabello corto pero no en exceso. Luego se coloca una prótesis nasal y otra dental. Se pega una perilla y cejas algo más pobladas. Su rostro se ha transformado. Camina decidido, seguro, con pasos largos. Saca de un cajón una cartera de hombre, un paquete de tabaco y unas llaves. Lo guarda todo en sus bolsillos. Se dirige hacia la puerta, recoge el paquete que trajo ella y sale masculinamente, satisfecho.

Del libro Qué mal repartido está el mundo y otros textos de FÁTIMA MARTÍNEZ CORTIJO
Publicado en Los libros de la gaviota

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