Iban saboreando la tarde
por parajes cercanos
pisando la tabla de la media legua
dejándose llevar por el aroma del trigo seco
ensimismados en el recuento del día
sin percatarse del final de éste
e hizo aparición una artesa
mas no era pequeña
sino un cúmulo de ladrillo antiguo
donde el verdín hacía de sus bruces su estancia
las aguas, muy a pesar de ello, prístinas
frescas, corrientes y saciadoras
su sed por sí misma
era certera excusa para no hacer ascos a nada.
Una muesca mordía el cielo enrojecido
jugando con las sombras
a dibujarse un hasta luego, tras las lomas cobrizas
en el rellano se escuchaba un son
no había música, ni siquiera grillos afinando sus cimitarras
mas sí, en el aroma de pecho abierto
escocía al dejarlos llevar, una sinfonía eléctrica
desde allá lejos, donde el sol se recostaba
aparentaba no estar, pero se digería
una historia de blues, amor, guitarras, féminas y hombres
la vida cobriza de un terruño generoso.
Me dije, estás obnubilado por la curvilínea del tiempo
y me respondí, es posible
piso el polvo de esta tierra fértil, de aguas mil
muerdo el rojizo gránulo de su vientre abierto en canal
bebo las hazañas de aquellos que en enero se vierten a la calle
abren sus puertas, se desmelenan
gritan vítores a sus costumbres
no sé, quizás sea cierto me respondo de nuevo, quizás sea así
me haya embarrado en el caldo de sus viñas
o en el polvo de sus trigos destronados
incluso me sienta un rey saciándome con su oro verde
acaso escuche aún los aplausos
mas de cierto camino aquí, me yergo cuando todo termina
y no pienso dejar que la pasión se apague
porque es un mundo sencillo
prieto en las manos abiertas, o los dedos alzados
cielo escudriñado de largas y cobrizas formas
te doy gracias por dejarme asirte
testimoniar con pequeñas letras este instante
reconvenir cuando no me dejas virar en la noche
jugar a verte sonreír, beberme tu sal
o simplemente disfrutarte.
Eran dos, él y su sombra que caminaban al ocaso
hablaban del pueblo que les vio nacer
de sus esquinas, de su gente, de su costumbre
bebían agua en aquel abrevadero
a poco más de unos minutos de caminata
se hacían acompañar de la guitarra prodigiosa del blues
entonando salvas en sus oídos
cerraban los párpados e igual que un caleidoscopio a color
pasaban los mil y un rostro de sus coetáneos
los unos le sonreían, los otros variaban su mirada
mas ellos, a tod@s sin igual, les dedicaban su mejor candor
aplaudían latiendo con su pecho henchido
sabían que la simiente estaba sembrada
que el fruto estaba macerando
la fruta dulce hería
y sus convecinos asían su voz en el letargo
para dejarla prendida de la brisa y lograr su lejano eco.
Dicen que los vieron posados sobre el brocal
de un abrevadero de origen romano
con un pincel de tinta
hablándoles a las mariposas de cuan grandeza tenía su terruño
pero ahora el cobrizo atardecer llevará su nombre.
Santiago Pablo Romero -Trigueros-