Las pasiones del alma subrayan los márgenes de la vida.
Enamoran como un montón de libros estorbando en la entrepierna.
Son una resaca que escupe cenizas y golpea con furia odres de vino.
Alumbran la pena con el cansancio del arrepentimiento.
Las pasiones del alma también, a veces, escuecen como un corroído orgasmo.
Como tambor de poesía.
Como una araña enclaustrada en el corazón de su víctima.
Como un conejo que afila sus dientes en billetes solo de vuelta.
Como el dolor de los muros de la ausencia.
GUILLERMO JIMÉNEZ FERNÁNDEZ -Mérida-
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