martes, 29 de abril de 2014
LA NIÑA DE 18 AÑOS
(A mi madre)
Como madre lo diste
todo en silencio
y en silencio podrían
perdurar tus hazañas
si no las escribiera en este instante.
Eras una niña de dieciocho años
y yo un bebé recién nacido.
Con siete meses era
un gato inofensivo que cabía
en la palma extendida de tu mano.
A mí me consolaba
la ternura infinita de tus ojos.
A ti el grito asustado
de un cuerpo tierno.
Eras una niña de dieciocho años,
y yo aún no me mecía en el sueño
de tus pechos nevados.
Estabas sola en Cádiz esperando,
de la misma forma que el campesino
cultiva la paciencia
de unas semillas.
Cada día mirabas
el horizonte para acunarte en mis brazos.
Mis primeras palabras
se derramaron en el suelo
como incomprensibles teselas
de un mosaico que ardieran
en tus pupilas.
Cada día mirabas como ausente.
De la tierra brotaban orgullosos
unos tímidos tallos
que ladeaban el oído
al aliento de vida del levante.
Un paso al frente es un paso atrás hacia
el recuerdo.
¿Cómo podrías
saberlo con tus dieciocho años?
Ahora vivo
lejos del hogar familiar.
Me acompañan el latido quebrado
de un corazón
y un niño como
el que fui yo hace tiempo.
Por las noches te asomas al porche de la casa
y un desfile de azoteas nocturnas
se erigen como el paso
independiente de unos gatos.
Y el maullido es el mismo
que oías
cuando eras una niña
de dieciocho años.
ALEJANDRO PÉREZ GUILLÉN -Benalup-
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