Al olmo seco, hendido por el rayo,
y en su mitad podrido,
tejió un verso y, a fe mía,
que no he visto jamás mejor tejido.
Caminaba por tierras castellanas,
las tierras de su Soria,
que le vieron cantar, llorar, vivir,
y que formaron parte de su historia.
Al Duero, al niño, al olmo, cantó el poeta
y a la melancolía.
A todo, incluso a la muerte, supo dar
su amor y de su alma la poesía.
Tuvo en la guerra que dejar España.
Triste y cansado huyó.
Y sólo, con su madre y su poesía,
se fue a morir en tierra extraña.
Donde quiera que estés recibe ahora
este mi adiós postrero.
En mi recuerdo ocuparás por siempre
de mis poetas, el lugar primero.
Agustín García Alonso -Vizcaya-
Publicado en la revista Aldaba 14
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Hace 9 horas
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