Estoy lleno de amigos invisibles.
Vienen a visitarme
en mis magros espacios de silencio.
Con ellos,
escribo,
las más largas novelas que la memoria teje.
Y sigo
por el surco remoto
que deja,
el arado cansado de mi edad,
sobre la tierra
del tiempo y la distancia.
Y llegan del inicio de mis primeros pasos
hasta el sol del ocaso que me asiste.
Algunos, vestidos con delantales
de escuela,
y, otros,
de carpinteros
y de albañiles.
Estos, cargados de nostalgia,
tienen ropas de futbolistas,
y van con una bolsa que rebasa de goles
inolvidables,
y el eufórico aplauso de la hinchada.
Y aquellos,
con carpetones de dibujo
y pinceles de líricos pintores,
son mis colegas de Bellas Artes.
O aquellos,
con cuadernos pentagramados
y libros
de música, teoría
y de solfeo,
son mis amigos cantores.
Me visitan, también,
los viejos compañeros del Banco de Mendoza
y el séquito de gente
que me vio con la lanza de Quijote
buscando un sol de aurora para el bien de los hombres.
También, me llega a los oídos,
el eco de guitarras tonaderas
y la voz del zorzal Carlos Gardel.
Y escucho,
el candombe final
de letras y canciones, de cuentos y poemas
que me caminan
el alma,
y que son frutos
de todos ellos.
Y pienso,
en esos que se fueron y no están,
y en los que están y no pueden moverse.
A algunos
les trémula la voz;
a otros, les tiemblan las manos.
Y estos,
que de tanto en tanto aparecen,
se alegran, todavía,
de que el azar nos junte
en alguna vereda,
y nos diga que estamos.
Por eso,
desde mi soledad,
hoy, sé,
que estoy lleno de amigos invisibles.
ELLÉALE GERARDI
Publicado en el blog revistapapirolas
Relato en la revista Teoría Ómicron
Hace 10 horas
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