La causa
Entendí a mi hermana Ariadna, dadora de un hilo frágil, deseoso de mi muerte. Un hilo que conduciría a su amado a las entrañas de mi laberinto. No por amor Teseo se enfrentaría a mí, no por amor se mezclaría en este mi lugar.
enero- febrero, 2012 # 116 Revista Digital miNatura 17
Escondite que habito desde mi existencia. Lugar preparado con cruces al entrar, puestas por mi hermana, para alejar a las brujas de mis encantos. Pues sus vuelos me mantenían hechizado. Amaba todo de ellas, el sonar de las correas, las cuerdas de sus escobas. Hablaba con ellas desde lejos, pues le impedía la pared metálica impuesta por Ariadna.
¿Cómo es el funcionamiento de sus escobas? Una noche cuando la luna estaba exageradamente llena, pregunté. Fácil. Graciela, al ser la menor, no posee la misma magia que nosotras, usa una turbina impulsada por vapor que la eleva hasta lugares muy altos. Mientras que Ana y yo combinamos nuestra ya vieja magia con dicha turbina, y así volamos tan rápido como los halcones.
Me creí feliz. Pero luego, entendí a Ariadna. Entendí que por envidia haya matado mi felicidad, siendo culpable del choque entre ellas. Escuché sus gritos desgarradores, la destrucción de sus escobas. Cristina se facturo tres costillas mágicas. Ana y Graciela murieron al instante. Le reclamé. Pedí explicación de su brutal decisión. Alzándome la voz, sin miedo a lo que pudiera hacerle, me dijo que había sido un accidente, que volaban como aprendices y habían chocado entre ellas. Murieron quemadas.
No te sientas rey Teseo, no fuiste el causante de mis penas. Sufrí a causa de Ariadna al descomponer las mecánicas vidas que me mantenían encantado. Ariadna que nunca tuvo una mitad diferente, nunca fue especial, nunca tuvo magia igual que ellas, que yo. Se limitaba a los deseos de una mujer. Teseo ni volteó a mirarla. Ariadna creyó seducirlo para que me diera muerte, pero su propósito fue ese desde siempre. No te sientas rey Teseo, ya cuando introdujiste tu mecánica espada en mi cuerpo, mitad hombre, mitad fantasía, yo estaba muerto de tristeza al saber que no volvería a sentir su calor vaporino.
Mary Cruz Paniagua Suer(Republica Dominicana)
Publicado en la revista digital Minatura
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