Los días son más cortos, ha llegado el frío. No sé que pensará el pajarillo en la rama de un árbol deshojado viendo entrar al colegio a los niños. Las madres dormilonas acuden presurosas casi arrastrando a los hijos; ya no llevan mangas cortas ni vestidos florecidos, que son pantalones ajustados resaltando sus curvaturas, y rebecas de punto fino abrigando sus corpiños.
Se saludan unas a otras en la puerta y comentan sobre todo: que si Leticia, que si la Esteban que si la luz... Luego se irán al bar a desayunar café con tostadas o churros.
Hay también algún padre en el paro o divorciado que ha traído a sus hijos y recibe alguna mirada misteriosa y algún que otro saludo.
Los coches aparcan sin orden y cortan el paso al autobús, cuyo conductor hace sonar el claxon desesperadamente ante la indiferencia de la gente.
Y mientras eso ocurre bajo mi ventana yo pienso en la pasada primavera y en algún fin de semana veraniego, cuando los cielos de la Bahía eran siempre azules y los vientos venían cargados de sueños, y alegraban el alma joven de este viejo cuerpo.
JUAN PAN GARCÍA -Puerto de Santa María-
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