A la muchacha que fui...
la conozco, naturalmente.
Tengo varias fotografías
de su corta vida.
Siento una piedad alegre
por algunos de sus poemas.
Recuerdo unos cuantos acontecimientos.
Pero,
para que el que está aquí conmigo
sonría y me abrace,
recuerdo solo una historia graciosa:
el amor infantil
de esta pequeña fea.
Le cuento
que estaba enamorada de un estudiante,
es decir, que quería
que él la mirara.
Le cuento
que, sana, corrió a su encuentro,
con una venda en la cabeza
para que él preguntara al menos
qué le había pasado.
Qué graciosa chiquilla.
Cómo podía saber
que hasta la desesperación tiene ventajas
si por fortuna
se vive un poco más.
Le daría para pasteles.
Le daría para el cine.
Déjame, no tengo tiempo.
¿No ves
que la luz está apagada?
No me digas que no entiendes
que la puerta está cerrada.
No tires del picaporte...,
el que se reía,
el que me abrazaba
no es tu estudiante.
Lo mejor sería que te fueras
de donde has venido.
No te debo nada,
yo, una simple mujer,
que solo sabe
cuándo
revelar un secreto ajeno.
No nos mires así
con esos ojos tuyos
demasiado abiertos,
como los ojos de los muertos.
WISLAWA SZYMBORSKA
Compartido por Consuelo Jiménez
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