Se balancea el tiempo que palidece al paso.
Cuatro hojas caídas, dos más allá,
tal vez decida pisar la siguiente,
que desvestida de verdor,
es parda madurez.
Disgregarlas, alborotarlas, levantarlas.
Obviar el vigor del viento,
sentir la calma sin avanzar
a ningún lugar.
El semáforo le da el alto al verso,
mi frente se derrite,
si tropieza será en el arrullo
de las sombras,
o tras el desteñido dorado del desatino.
Consuelo Jiménez
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