Eres mi dueña, has de saberlo,
mi peregrina profana,
la imponente hembra alfa
que trastorna mi calma.
El tulipán negro sobre el alféizar de mi ventana,
que exuda a ratos la fragancia de tu axila,
el olor embriagador de tu tibia orina,
y el aroma unívoco que emana de tu pelo.
Cautivo soy de tus silencios y tus pánicos,
de tus ansiedades y no-días,
de tus lágrimas furtivas,
y del compás sinuoso de tu corazón blando.
Principiaste la primavera antes de irte,
como un punto que se agranda
en la desolada pampa de mi alma sola
llevándote mi alegría toda,
pero dejando en la raíz de mi garganta
eso que algunos llaman esperanza.
Josué Catasús.
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