Ella salía cada mañana con su burra parda
a buscar el desayuno de cada día;
en su burra cargaba los numerosos hijos
y todos los bártulos que disponía.
En su saco de huesos y en su cara la sonrisa,
gemía la esperanza y tristemente con aquella
pesada carga sobre su ya débil espalda;
la responsabilidad de buscar el sustento de cada día.
Visitaba mercados, iglesias y casas feudales
implorando caridad humana, para sus hijos,
la burra y si quedaba algo:-para ella-,
toda la ciudad sabía él A,B,C, de su desnutrición...
En sus vestimentas de muertos, reían
a raudales lágrimas, remiendos bochornosos;
y el cansancio, como una joroba inmensa,
se hundía en su pecho angustiado...
Pobre ilusoria, que como un paraguas viejo
no servía ni en el crudo invierno;
en su enfermo ramaje murió el pájaro
cenital de sus ilusiones de niña.
En su enmarañado nido de tempranas canas
se apagaban los crepúsculos
y ella poco a poco se iba apagando
como una vela sombría y sola;
sin haber disfrutado de la gracia de Dios...
RAFAEL CHACÓN MARTEL
No hay comentarios:
Publicar un comentario