lunes, 3 de septiembre de 2018

LA RESISTENCIA


Ayer,
mientras llegaba el ascensor,
me dijo mi mujer:
No puede ser, mi amor,
tanto comer, tanto beber...
eres algo mayor,
¿has ido ya al doctor?

Y yo dije que sí, que sí,
que sí, que sí, que sí, que sí...
Y así se complació y
 me complací.

¿Y qué te recetó?
-dijo con ciertos aspavientos-
Pero yo no perdí la compostura
y respondí:

Cordura,
o sea, precaución.
Y aparte de unos diez medicamentos,
nombró determinados alimentos,
que se encierran en dos:
el bueno la verdura,
el malo el salchichón.

¿Y el feo?
Ése, digámoslo en hip-hop:

Pescado sí, chorizo no,
tortilla a la francesa,
espárragos y col.

No fumes plus, no bebas more,
olvida los mariscos
que dan colesterol.

Como saben los viejos
las grasas y los dulces, lejos.
Las tentaciones, fuera…

¿Y  la ternera?

¡A la basura! -dijo el cura-
tan sólo por comer de la asadura.

Consuélate con te,
con te, con te, con te, con te...
Convéncete con te,
con te, con te, con te, con te...

Mujer,
pero a la hora de comer
¿ni un vinito de Rueda?

Ni medio tan siquiera.
La dieta es un deber
que no puede saltarse a la torera.
Ya me tienes a mí
aquí, aquí,
aquí, aquí, aquí...
para apoyarte en lo que fuera
o fuese menester.

Adiós doctor,
-le dije a mi mujer,
mientras dejaba el ascensor-
Y, ardiendo de placer,
corrí hacia la nevera...

En la nevera había,
desde la hora del almuerzo,
vino tinto del Bierzo,
una cerveza fría,
un cava de primera
y un espléndido queso de Castuera.

Después un whisky doble
logró que me sintiera
tan fuerte como un roble.

¿Café, señor?
Pues sí, feliz idea.

A cierta edad, doctor,
la contención es buena,
y su consejo noble.
Pero una noche loca
¿a quién le viene mal
para endulzar la boca?

Y tras cenar
calamos en un bar
de gran ambiente,
había mucha marcha, buena gente
incluso alguna diosa
de carne elemental, ornamental,
sublime, fulgurante, escandalosa.
¿Escandalosa, pibe?
No pares, sigue, sigue,
no pares, sigue, sigue…

Y yo me vi capaz
de cualquier cosa:
amar, querer...
emborracharme de placer
y contemplar la rosa.

Mariano Estrada

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