jueves, 1 de septiembre de 2016

FRUSTRACIONES


Claro, el tiempo pone en su lugar todas las cosas, es decir, hace visible
hasta la más oculta picadura de zancudos, ese montoncillo de piedras anónimas
que uno ignoraba, las truculencias de ciertos graznidos.
Después de todo, me pongo a leer poemas para divagar, y de esa forma
no envilecerme: hay gritos y chantajes en habitaciones oscuras.
Camino sin padrinos como el camino solo que siempre se torna en silencio.
Nada más cierto que las antorchas ensordecedoras de los relámpagos.
Nada más cierto que las caídas estrepitosas de la sinrazón.
Nada más cierto que el nudo de los vacíos en la garganta y su ponzoña fiera.
Nada más cierto que la castración de ojos en el amplio océano de la brama.
Nada más cierto que cruzar la calle sin que ninguna asfixia lo atosigue a uno.
Siempre yerra una mirada iracunda sobre el vuelo sobrio del pájaro.
Siempre estamos a merced de los que quieren confinar nuestro nombre.
A menudo los fantasmas tienen  uñas y un sueño de sabueso infeliz.
Son tan promiscuas las palabras que pueden colgarse de cualquier altar,
del adulterado nido en las citas abiertas,
de las aspas encendidas del deseo,
de las extrañas ojeras que deambulan en los pensamientos de los exégetas.
Uno siempre escribe en las paredes húmedas de la saliva,
pese a las obstrucciones: mi escritura está en mis manos, allí, donde otros gastan
el olvido, y se alzan como emperadores del milagro.
Aún no he quemado la travesía; el horizonte sigue intacto.
Cada vez dejo que mis pupilas escapen de los trenes y esquiven las sombras.

ANDRÉ CRUCHAGA -El Salvador-
Publicado en Gaceta Virtual 116

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