Este cuerpo
que desde las aguas del espejo me mentía
haciéndome creer
en la existencia irrefutable
de un ser en sí completo,
enamorándome
de ese pequeño fauno, putito caliente,
macho agraciado, hombre inteligente;
Ahora, gradualmente,
con infinita crueldad anatómica,
me revela en exquisitas podredumbres
su naturaleza finita, y sometida
a la fatal biología, y a la muerte.
No es otra cosa
que una entropía fingiendo un orden,
un conjunto voraz de bacterias y virus,
interminables células de terroristas microscópicos
atacando una mal defendida federación de órganos.
Hay que desecharlo como se merece:
entregarlo a los vientos y a la tierra,
arrojarlo a los ríos y océanos,
abandonarlo
a las siempre hambrientas caricias del fuego.
Del libro El jubilado de Alfredo Villanueva Collado -Estados Unidos-
Publicado en Editorial Alebrijes
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