jueves, 1 de septiembre de 2016

EL AMANECER


Detrás de las altas montañas chispeó el sol del amanecer. Hora de despertar, de dejar de soñar. Llenar el cuerpo y el alma de energía e inspiración. Así fue mi experiencia de meditación solitaria en medio de la nada.
Ánimos y fuerzas me llevaron a escalar la cúspide de un cerro. Sentado allá arriba divisaba todo mi entorno de colinas y valles arenosos, estériles, conservados miles de años.
Mentalmente decidí tirar todos los pensamientos negativos al abismo. Que se pierdan para siempre sin posibilidad que retornen. Segundo: pensar en ideas positivas. Esas que hacen bien a uno y al prójimo. Buscar un mundo mejor luchando contra las injusticias.
Así pasaron las horas de interminables reflexiones. De preguntas sin respuestas. En conclusión: extraje un cúmulo de sabios pensamientos, corriendo de felicidad cuesta abajo y alcanzar el oasis desértico. De prisa, sin parar. Estaba cerca, pero no lo veía nítido. El espejismo me engañó la vista. Lo real apareció utópico. ¡Gran desilusión! ¿Será que la naturaleza nos engaña? No. Es nuestra visión. Está en nuestra mente. Como tal actuamos, sentimos, vivimos. Por eso, a veces vemos lo que queremos ver y no lo que es realmente.
¿Qué hacer? Perdí la brújula del tiempo y del punto norte. Aprendí a no perder la calma y a razonar concienzudamente. La disyuntiva era seguir la aventura de lo desconocido o volver sobre mis pasos. Opté esto último. Al fin y al cabo, la experiencia personal es redescubrirse encontrándose a sí mismo, cumpliendo la premisa.

 Pesaj (Lito) Skudizki
Publicado en la revista Literarte 86

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