El lamento se mantuvo por un segundo
en la triste mirada de aquel soldado,
pero sólo duró un pequeño instante,
continuaba la batalla sin fin.
Seguían avanzando y galopando,
y el triste soldado seguía esa melancólica marcha,
hacia un horizonte con fronteras,
aisladas por la cruda realidad y la fraudulenta estafa de la libertad.
El soldado continuaba la guerra,
con muchas muertes y sufrimiento,
cargaba su fusil y una pesada conciencia,
hacia el fin inacabado de la desidia del poder.
Mas seguían los disparos,
y las ánimas seguían con su ensordecedor lamento,
el sonido de un tiro marcó el final,
de una muerte anunciada por los tambores de guerra.
Aquel soldado cayó sin piedad,
luces y sombras de un luto sin aviso,
muerte de un chico valiente,
que pereció por sus ideales y su amado país.
Esther Videgain
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