Supo que no había victoria
porque la desolación era paisaje
infecto y la supervivencia detrito.
Nadie conocería su proeza,
las palabras resonaban angustiosas
entre la calma de la destrucción
y el soslayo de la muerte.
Hasta el último baluarte en el cielo
inclinó su pesada cabeza
desmoronándose sobre tierra;
el triunfo al fin.
MANUEL JESÚS GONZÁLEZ CARRASCO -Madrid-
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