Se extiende el cañaveral,
cañabravas, duras, aferradas al suelo,
tabican pared y techo
entretejidas y sujetas con cuerdas.
Camuflan mi estar y mi existencia,
los camuesos con su fruto alegran
en una campiña extensa
se pierde la vista hasta juntarse cielo y tierra.
Y en esa campechanería
que caracteriza a esta tierra
ocasos y atardeceres de vuelos alzados.
Tierra firme en el irregular
propósito de manos abiertas.
Sencilla gente, reyertas de celos.
Verdes amarillos, dulce amargo.
Vidas en las altivas cañas
que huelen a siglos y paredes de lluvia.
Aquí se siente el paso del tiempo
y se presiente la cosecha dorada.
Bravías tormentas se clavan en los chamizos.
Mujeres en la sombra, hombres en lo claro.
Sangra azúcar lo verde y amarillo el silencio...
LOLA WIZNER Y FERMÍN JESÚS VADILLO
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