lunes, 1 de septiembre de 2014

ODA AL POETA ARGENTINO ANDRES CAMACHO


En el caudal soberbio e irreverente
de la acción he visto una fuerza azul-celeste,
una sed imberbe Rimbaud
y un golpe maldito
de etéreo denso de Baudelaire.

Toma sirena de nube lóbrega
y hace del delirio un cáncer perenne.
Varón de tez y fiebre,
pedal de lluvia bélica.

Cuando se entume en el ocio
saca a pasear su diptongo de rostro inicuo.
Siempre cose con aguja de inercia
la algarabía y lo que viene en galgo y gana.

Su verso es como un panal
de veneno y encrucijada beldad.
Aunque nadie soporta la intensidad de ateo púgil,
su madero inmaterial de martes rebelde,
un indemne lleno de astucia donde él se lava
la metafísica con palmolive oscuridad.
Pero en el anís de su ángel nublado
esparce sonrisas con alfiler oxidado.

La brújula noctámbula (de su pensar)
entra en sus riberas de longitudes siniestras.
Pues su diálogo de reptil hambriento
no a todos les queda.

El habla de las letanías a Peron
como lo hacia el Arcano Cabral.
El gentío teme acariciar su perro
de arena haciendo muros en la razón.

En su hiel de océano verde
le da cucharadas dilatadas
de rocío y dardo al porvenir.
Y en su pipa de humo agüero
se fuma las falacias del olvido tañido.

Pero los que leen en la grama del renglón,
notan el gusano de oro
que sale como un sol contemporáneo.
Y a quien lee con envidia y llaga ve en la intención,
la galanía de madera firme.

Todo el ataúd de su lira momificada,
aedo espurio, rebelde, irreverente,
broce acosado por ecos de campanas
tergiversadas.
Cada vez que ata al cuello
su plumaje de cuervo maldito,
hurgándose las sombras de plus bigarda,
llanto que supura una ansiedad de anatomía esotérica,
hilván blasfemo de un tren dilatado.

Belen Aguilar Salas -Costa Rica-.

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