Cuando más bravío el mar nos recita
sus laberintos de espumas,
pasear por la playa bajo la lluvia
con los pies descalzos y un paraguas rosa o azul
es sentir un rapto invisible,
un escalofrío de erizos enigmáticos,
irisación de moluscos sobre nuestro baúl de piratas.
Es olvidar nuestro sombrero de mimbre
y bailar al compás que nos marcan dos aguas.
Dulce por arriba. Salina por abajo.
Movimiento tras movimiento.
Lugar de residencia.
Asombro,
donde lo más insólito deja de ser locura,
al arrojar de repente el paraguas
y seguir caminando lentamente bajo la lluvia.
Soledad Cavero Rivas -Madrid-
Publicado en Oriflama 23
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