Ciudad sitiada soy por las mesnadas
de la relegación y la amargura;
su campo en torno mío se apresura
a abatir o asaltar mis barricadas.
Mis tropas, aunque en pie, desalentadas,
perdida ya su proverbial frescura,
reflejan un crepúsculo de dura,
servil aceptación, en sus miradas.
Hombre de amor y de verdad, quedome
una oquedad brutal tras el desplome
de mi espléndido templo de cristal.
La derrota me acosa, y me defiendo
en esta causa estéril, pretendiendo
que aún sigue en mi interior el festival.
FRANCISCO ÁLVAREZ HIDALGO -In memoriam-
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