Triste y consternada
me quedé
cuando tu barco
levó anclas y se fue.
Navegando por las
aguas calmas
siguiendo al sol
del amanecer.
Me amaste por días
sin dejarme respirar
segundo a segundo
con tu apasionamiento.
Rendida en tus brazos
caía y caía
cuando me decías
que solo eras mío.
Pero tú sabías
que pronto llegaría
aquel nefasto día
en que tu te irías.
Me dejaste sola
con el corazón vacío
con el palpitar del tuyo
que aún se sentía.
Y así en un día
cuando el febo aún no salía
soltaste amarras
y te fuiste sin despedidas.
Mi alma en vilo
ya no descansa
esperando oír el aletear
de tus velas blancas.
Y dejo caer
algunas lágrimas
que ruedan sigilosas
por mis mejillas.
No queda más nada
solo el recuerdo
de esas horas tiernas
cuando me amabas.
Y mirar hastiada
hacia la lejanía
que quizás nuevamente
te traiga a mí algún día.
Diana Chedel -Argentina-
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