Silente, la fija mirada,
que atraviesa los mosaicos,
dura la carne excitada,
por ese sentir prosaico,
tenaz, y ardiente del querer,
ese que solo se siente,
en el cuerpo, y la mente,
cuando yo amo a una mujer.
Te susurro al oído palabras de amor,
no de esas tibias, y decentes,
son de esas, prohibidas, y candentes,
esas que me prenden el corazón,
te beso como libando tu boca, largamente
como si los labios no alcanzaran,
gimo, sangre, de nuestras bocas emanan,
causada por una guerra de dientes.
Muerdo tu cuello, bajando a tus pechos,
para tomar de ellos el veneno,
ese, ese que tanto hecho de menos,
cuando estoy lejos de tu lecho,
ahora llego a tu ombligo,
que he llenado de suave licor,
para lamer de él, la dulzura,
que me guíe a tu valle de amor.
Pasión, pasión encendida,
mirada desde arriba,
todo se mueve en la vida,
como un fuerte huracán;
todo echa lava, como el volcán,
derramados nuestros cuerpos,
todo mojado el corazón,
¿Como llamar a este idilio?
¿Cómo? si no es Pasión.
José Prado -Estados Unidos-
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