Con la solera que da los años y la diligencia en recorrer el camino restante, voy haciendo un rosario, un rosario, donde cada cuenta refleja la arrugada experiencia.
Desquicios de chiquillos entre vanidades, rebeldías encontradas, que sirvieron de poco y pasaron a nada, iban muriendo cediéndole el paso a los años.
Un amor inacabado, una historia hilvanada, flúor para la noche, dentelladas a la madrugada, un destierro de la mente, donde el corazón Siempre manda.
Fuertes vientos los tumbaron, surcando mares a destiempos, lejanas tierras que no pisaron, procurando llegar a puerto en cada reto encontrado.
Una tarde descuidada, una gloria que no llega, valiente torero de rodillas que en el albero, le llora a su cobardía por un amor no aplaudido, esperando el indulto de su amada
Un abrazo que no alcanza, un beso que se esfuma, un mendigo que reclama, ese pan para hoy y el hambre que ha de llegar mañana.
Ese amor es el que impone, el que no reclama nada, el que, desordenadamente... Siempre está conforme con lo que el corazón le manda.
Valquiria de Lunas
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