Mujer que de hermosura emites llamas,
fuego ceñido que mi ser calienta
e inunda en claridad, o lo alimenta
con roja savia de candentes ramas:
el final del invierno, que proclamas,
sobre mi piel y mi escritura alienta,
borrando la penosa impedimenta
de sus crudas y estériles retamas.
Acerco a ti mis brazos, confiando
que en el calor de tu divina brasa
no ha de morirse lo que está incubando.
Mas, ¡ay de mí!, que entonces ya sin tasa
tu hoguera se propaga, calcinando,
y en tu furor a mi imprudencia abrasa.
RAFAEL SIMARRO -Ciudad Real-
No hay comentarios:
Publicar un comentario