Libélula de fuego en los reflejos
de este sol de mi sangre, te repites,
en un eco de llamas y escondites
encendiendo la luna en los espejos.
Los ojos del estanque, sapos viejos,
esperan en el agua que te excites;
mis párpados, la luz que precipites
-un desnudo arcoíris, a lo lejos-.
Libélula, retumbas en mi alma,
tus alas de avïón vienen y van:
son dedos, apretando un pintalabios;
son tus manos, robándome la calma,
defendiendo el estanque del diván:
con la lengua –aguijón- entre tus labios.
Antonio Ramos Olmo-ESPAÑA-
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