La paz ocupada reclamó contra las bases militares de los hombres de la voz de caucho, cuya mirada afilada se posa en niñas al amparo de la impunidad otorgada desde la presidencia [8]. La paz ocupada volvió a su casa al anochecer, tras una de esas jornadas largas de estudios y trabajo; desde la esquina vio arder su pasado en un allanamiento que presenció arropada por la oscuridad y el sigilo. Besó a su madre, posando sólo sus labios en la respiración de la callejuela, sin poder acercarse siquiera a esa mejilla cálida, a esa dulzura materna que ya no volvería a ver. Decidió sobrevivir y caminó por las hojas de helechos y orquídeas, adentrándose en un lugar en el que espera no le quitarán tan fácilmente la vida y los sueños.
Azalea Robles
Publicado en la revista Movimiento Internacional de Mujeres
No hay comentarios:
Publicar un comentario