Llevan razón los jóvenes airados que gritan, increpan a los ladrones, a los terroristas de cuello blanco. Pero su lucha es difícil, desigual. Y el enemigo lo sabe. Por eso les acosa: con el miedo, con el cansancio. Se congregan a través de las redes sociales. Contra ellos se movilizan decenas de policías, helicópteros, el silencio cómplice cuando no los ataques de muchos medios de incomunicación. Van agotando sus fuerzas. Viendo como día tras día disminuyen los asistentes, cansados, perseguidos, sin encontrar nuevos apoyos. También debieran estudiar como diversificar esta estrategia de protesta para impedir que sobre ellos, concentrados en horas y lugar determinados, actúen las fuerzas represivas. Multiplicar la acción en esenarios distintos es un elemento más perturbador que provocar el limitado y desigual cuerpo a cuerpo. España y los países del sur de Europa conforman modernos campos de concentración. Y en ellos cada día resulta más difícil salir adelante, con la comida, con el habitáculo, con no quedar al margen de la sanidad, de la educación. Y se piensa que lo único que cuenta es sobrevivir. Y por eso silencian su protesta gran parte de los ciudadanos: empeñados en sobrevivir, al precio que sea, soportando lo que sea. No es el camino. Los criminales sonríen, esbozan su meliflua sonrisa ante sus problemas, o se dan golpes de pecho farisaicos: no somos nosotros los malos, vienen a decir, son las circunstancias, ya sabéis, los mercados. Nos obligan a actuar así. ¿Qué hacer contra estos desalmados? Articular el grito no resulta fácil, sobre todo cuando la burocracia quiene mantener la entelequia del estado democrático. Pero no olvidemos que los votos también llevaron a Hitler al poder.
ANDRÉS SOREL
Publicado en el blog andressorel
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