sábado, 23 de junio de 2012

PIEDRAS DE MOLINO


No comulgar con piedras de molino. No dejarse llevar por la marea humana. No convertirse en masa simplemente por el hecho de que la masa es más fuerte o más numerosa. Es difícil hacerlo, porque es mucho más cómodo refugiarse en el nuevo “útero” primigenio, buscar la postura fetal a la que inconscientemente regresamos siempre que dormimos, y creer que nadie nos ve escondidos en la seguridad del anonimato.

Ayer fueron unos, hoy son otros, siempre diferentes a uno mismo, siempre ajenos a los problemas e inquietudes de uno mismo, pero mañana, ¡ay, mañana! puede acontecer que sea ese “uno mismo” el afectado, el señalado como un virus que corroe la “perfecta sociedad” del mañana, y los vientos arreciarán fuertes para intentar acabar con quien una vez se sintió seguro en el silencio.

La palabra está para destruir las piedras de molino, romper las presas que contienen las aguas que quieren correr libres, levantar la arena del desierto y lanzarla a los ojos de los ciegos, para arrancarles las legañas, o limpiarles el opaco cristalino que les impide pensar. La palabra no nos la pueden quitar. No hay silencio que no sea cómplice, ni grito que sea innecesario. Mañana nos puede tocar a cualquiera de nosotros: a mí, a ti, a él o a ella, y entonces, entonces, ¡ay, mañana!, nada podremos hacer.

Publicado por Francisco J. Segovia -Granada-

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