Cuando la palabra no existía en la tierra,
todo eran signos.
Reinaban las leyes del universo, y el hombre, sin entenderlas,
se avenía a ellas.
El sosiego, el silencio y las equivalencias destacaban.
Entonces el hombre quiso…
Quiso…
Quiso.
Apareció la palabra.
Irrumpió el arado, las medidas, el tarifario, la espada.
El hombre se hizo poderoso, pero ya no podía convivir
con la naturaleza sin torcerla.
La consonancia se interrumpió.
La palabra copuló con el silencio, la desazón con
el sosiego, lo dispar con la probidad.
El silabario se bifurcó.
Los sustantivos rotaron.
El verbo montó el corcel.
Hoy, el hombre reemprende la búsqueda
de lo perdido allá lejos.
El silencio, las señales, la alegoría, el sino.
Allá lejos, la imagen acústica del laconismo
y del germen
JUAN DISANTE-ARGENTINA
Publicado en la revista Estrellas Poéticas 48
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