En todos mis años como historiador, jamás pensé toparme con tal hallazgo. Llegó a mis manos uno de los escritos de Tácito, uno hasta ahora desconocido. En él, tras arduas indagaciones, descifré sorprendentes revelaciones. El documento, no eran sino unas notas recordatorias que hablaban de la existencia de los diarios personales de Nerón. Ante tal testimonio, mi deber para con mi profesión no era sino investigar y así lo hice.
Mis pesquisas me llevaron hasta el que supuse mentor de Tácito, Quintiliano y a quién sospeché, Nerón había dictado sus diarios. Y tras mucho buscar, por fin hallé un fragmento de la obra que prácticamente me había obsesionado.
“Pero tú no me gustas, Nerón, porque siempre estabas acumulando una lágrima tuya en tu bote, yo le digo a esa lágrima tuya esta frase, Nerón, estoy flotando en una lagrima de cristal, gota cristalina y membrana de cristal y un líquido amniótico por útero, fíjate soy como un feto a punto de estallar viviendo en la melancolía de mi llanto y a veces mi lágrima no quiere salir.”
Lo leí durante días, lo inspeccioné minuciosamente y no daba con su significado.
Una noche, mientras dormía, algo me abstrajo de forma abrupta de mi profundo sueño y como por arte de magia todas las piezas del puzzle se ordenaron solas en mi cabeza.
Comprendí que el texto era una conversación consigo mismo. No algo que nadie le hubiera dicho y Nerón hubiese querido inmortalizar en su diario. “¿Cómo no lo discerní antes? Si me encontraba ante un diario era lógico que se hablase a sí mismo”.
Nerón no estaba a gusto con su forma de proceder, no creía que el remordimiento de sus lágrimas fuese suficiente, quería no tener que arrepentirse. También hacía referencia al útero en este caso de su madre y decía explícitamente soy un feto, él era el ese fruto llorando, que quiere dejar de llorar, que quiere dejar de hacer sufrir.
Estaba en completo éxtasis con mi descubrimiento, cogí el teléfono y marqué el número del museo. Gracias a mí, la historia, vería de forma diferente a una figura histórica.
Repentinamente la mano me empezó a temblar, noté un profundo pinchazo en el pecho, me empezaba a faltar el aire.
La llamada al museo tendría que esperar, primero debería realizar una rápida llamada al hospital.
AZAHARA OLMEDA
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