sábado, 23 de junio de 2012

ASÍ CLAMABA AGOTADO


No diré nada,
nunca hice nada contra vuestra patria,
pero vosotros apuntalasteis la nuestra.
Nunca conspiré, nunca hablé con amigos,
ni con las estrellas, ni con los dioses.
Nunca soñé.
Duermo como piedra lanzada al pozo,
y soy estúpido como las matanzas vengativas.
Nunca pensé: soy inocente.
No diré nada, no sé nada;
aunque me apaleen,
no diré nada;
aunque me ofrezcan riquezas,
no diré nada;
aunque la palmatoria me reviente los dedos,
no diré nada;
aunque me ofrezcan la libertad,
no diré nada; aunque me aprieten la mano
no diré nada; aunque me amenacen de muerte.

¡Ah!
la muerte.
Murió alguien en mi hogar.
En mi hogar había una hijita,
estrella brillante en el cielo de mi pobreza.
Ella murió.
Veo la guirnalda blanca de su inocencia
arrastrada en las aguas sobre su cuerpo.
Ofelia negra en este río podrido de esclavitud,
ella murió.
¿Y quién le hará el funeral?
¿Quién le clavará el ataúd?
¿Quién le hará la sepultura?
¿Quién le arrojará tierra sobre el lecho eterno?

Encerrado entre las cuatro paredes,
sin luz,
sin ni siquiera ver la cara muerta de mi hija,
sufro la angustia de las tinieblas.

Quémenme antes,
llévenme al horno de cal,
incinérenme las vísceras y el cerebro
y estas manos que nada pueden hacer
contra las paredes,
contra esa maldita puerta metálica,
contra estos hombres armados llenos de miedo,
contra la tortura.

Ásenme en el horno de cal
para acabar esta tortura de las noches sin dormir.
Al horno de cal.

En esta madrugada infernal,
al horno de cal,
al horno de cal.

¿Quién enterrará a mi hija?
¿Los hechiceros?
Ya los oigo danzando en la noche,
y veo los gusanos de la tierra lustrosos de grasas funerarias
trayendo las antorchas del fuego que la consumirá.

Al horno de cal.
Acabar con esta tortura.

Mi hija fue quemada en el horno de cal:
se acabó para mí el sufrimiento.
¿Qué dirán mis hermanos, mis amigos,
los que oís los gritos en esta tumba;
qué diréis  de un padre que dejó quemar a su hija
en un horno de cal?
Láncenme a las llamas
junto a la hija de mi amor,
de mi estrella pequeñita;
al horno de cal
para abrazar a mi hija,
al horno de cal.
No diré nada.
No quiero inyecciones ni calmantes.
¡Ah! qué sueño.
Al horno de cal.
Al horno de cal…

Agostinho Neto (1922 - 1979) Angola
Publicado en la revista La Urraka 29

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