El sol, tigre de oro, nos envuelve
con su calidulcísma y enamorada voz
de fiera cósmica.
El dios de los espejos muere al verse a sí mismo
y los espejos rotos ululan espantados.
En mi jardín, no obstante,
no hay más flor que tu flor
fragante y niña.
La noche, de repente, es una hermosa gata negra
rociada de estrellas sedientas de caricias.
Cruje un grano de uva entre mis dientes
y vuelan, por el cielo extasiado de mi boca,
alegres microarcángeles de azúcar
en plenitud de gozo, y yo se que te amo
y no hay más que saber en este mundo.
JUAN CERVERA SANCHIS -México-
DE FACEBOOK - 5738 - SÉQUITO
Hace 5 horas
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