jueves, 26 de marzo de 2020

NO HAY TINTA


Acabo de leer algo muy bonito. ¡Algo que me seguirá inspirando! Palabras alentadoras, de cariño que me llenan de entusiasmo y me fortalecen a seguir.
¿Qué haría si se acabará la tinta y no hubiera carbón o grafito? Buscaría las raíces, plantas, flores y conchas para escribir... entre otras cosas como cáscaras de cebolla, col morado, moras, arándanos y otras frutas y verduras.
¡Creo que usaría mi misma sangre para escribir! ¡Ya no podría dejar de hacerlo!
¡Me hundiría al fondo del mar a buscar un pulpo y conservar su tinta!
¿Y si el papel se agotará?
¡Me arrancaría la misma piel!
¿Qué exagerada no?
Pero regresaría a los tiempos primitivos y escribiría en las paredes de la ciudad.
¡Oh no! ¡Eso es ahora!
Escribiría en cortezas de árboles machacadas, reciclaría periódico, hojas secas, pieles disecadas de animales. ¡No, no creo eso! ¡No me atrevería ni a matar a un roedor!
Espigas, bambú o hasta en piedras en montañas... escribiría con pétalos de flores o hierbas.
Pero esta inquietud de grabar mis pensamientos no pararía allí.
Escribiría mis versos en rocas suavecitas del mar, cuevas o en arena mojada.
No cesaría de escribir lo que mi corazón desborda. Mí alma inquieta moriría de tristeza. Mis dedos se harían nudos y sangrarían al escribir con las yemas de mis dedos.
Tantas cosas bellas, tristes, hermosas y dolorosas historias. Tragedias, amores y desamores, romances, aventuras, fantasías, cuentos infantiles, de terror. Escritos, trovas, poesías, todos en si bellos versos grabados.

Martha Reyes 

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